Como la vida misma, ALaire se mueve y crece. Y a veces, unas vienen, y
otras se van, pero siempre crece, porque todas las personitas que vienen
a formar parte de nuestra familia, se queda para siempre en nuestros
corazones y en nuestra tierra. Por eso, desde hace poco más de un año,
inauguramos la costumbre de plantar un árbol cuando alguno de nuestros
niños y niñas nos deja para partir a otro espacio, y así las que quedamos
regaremos, simbólicamente por siempre, la semilla de su corazón.
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